martes, 23 de agosto de 2016

Neptuno



-Señor, hemos llegado- dice el marino a su capitán que está dormido.

-Perfecto- dice el capitán mientras se levanta de su camarote en una incómoda cabina y camina rumbo a la sala de maniobras.

Allí un grupo de científicos lo esperaban en una inmensa sala con una ventana gigante oscura, reforzada por acero que mostraba el profundo océano.

-¿Qué tenemos señores?-

-Capitán- dijo una mujer de lentes y cabello recogido:
La estructura es más grande de lo que pensamos, cubre más de 50 kilómetros entre torres, plazoletas y columnas, pero eso no es todo, existe un portal de piedra tan grande como un edificio de 50 pisos…

-ilumínenlo- ordena el capitán- ante lo cual la mujer oprime un botón y enciende las luces de navegación, dejando ver la inmensa puerta de piedra cubierta por inscripciones y jeroglíficos en el fondo marino.

Un silencio tenso invade la sala, mientras el submarino desciende iluminando la gigantesca puerta que lo hace parecer diminuto a su lado.

De repente el capitán ve un símbolo extraño: un hombre mitad pulpo, mitad humano con un tridente en su mano derecha, sus ojos quedan paralizados mientras con terror exclama: - ¡preparen la jaula! lo hemos encontrado-.

Por Renzo Corredor


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miércoles, 10 de agosto de 2016

Cementerio de luces



Es de noche y el calor es asfixiante.

El aire es escaso en ese viejo cementerio de pueblo caribeño, se siente como lana humeda abrazando a dos hombres  y una mujer en la penumbra de una noche con luna.

Con exclamación y desespero los hombres cavan, buscando respuestas a sus sueños inconclusos, en mitad de la oscuridad iluminada solo por una mujer que sostiene una linterna amarillenta, al borde del inmenso hueco.

-¡vamos mas rápido!- les grita la mujer, algo regordeta y mayor pero que mantiene sus curvas pronunciadas en un vestido negro.

-señora su marido sigue muerto- exclamo uno de los hombres - esto es una perderá de tiempo- le contesto el otro que estaba con camiseta esqueleto mientras se limpiaba con el antebrazo el sudor espeso que corría por su frente y miraba con el ceño fruncido a la mujer en lo alto.

-No me importa, háganlo o mi maridito tendrá nueva compañía esta noche- estas ultimas palabras sonaron amenazantes y aun mas cuando la mujer saco su pistola de cacha roja apuntadoles con frialdad.

Tuc tuc, sonó la madera al roce de las palas después de arrastrar la tierra.

Habían encontrado el ataúd que aun lucia resplandeciente como aquella mañana lluviosa del lunes pasado.

-Señora ¿esta segura que quiere que lo abramos?-
-si- respondió la mujer mientras se dibujaba una sonrisa macabra en su cara.

Por Renzo Corredor

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