miércoles, 12 de octubre de 2016

Hacienda Carmesí ( Final)



El clima había cambiado por completo, y para colmo regresábamos a la hacienda cuando la tarde terminaba, podía verla desde la carretera, parecía apacible y tranquila.

Al acercarnos note que no ladraron los perros, eso me preocupo, la ultima vez que había salido tuve que huir en la noche para el pueblo con mi tío a hombros.

-Ya veo, ¡es grande la condenada!- exclamo con burla Don Rumerio.

El venia cabalgando en un hermoso ejemplar blanco, que nunca supe como lo consiguió, nosotros a pie por que las bestias todavía seguían en la hacienda cuando huimos.

Al llegar sentí de nuevo el olor dulzón y me pareció escuchar la voz de Martina contándome sus impresiones.

-bueno entren y me avisan donde anda la poseída- dijo el viejo mientras se bajaba de su caballo y se sentaba en las escaleras del zaguán.

-¿qué?, ¿no nos va acompañar?- le pregunte furioso, ya no aguantaba mas a ese maldito viejo, todo el viaje se la paso refunfuñando, exigiendo buena comida, cerveza y tabacos, mi bolsillo ya no daba mas, como para que ahora nos tocara poner el pellejo por su regordete trasero.

-¡No!... yo no voy si usted no entra con nosotros- le dije con tono molesto.

-a bueno entonces les agradezco por el viaje, pero Pegaso y yo nos vamos…- exclamo el viejo.

-espere Don Rumerio, lo tomo mi tío del brazo, no se vaya aún, yo voy a buscar y les aviso-

El viejo refunfuño y se sentó de nuevo molesto, mientras mi tío subía las escaleras de madera y empezó a recorrer la casa, en eso se hacia cada vez mas oscuro.

¡Martina! ¡Martina! ¿donde estas?... ¡hemos regresado con Rumerio para ayudarte!- gritaba mi tío.

Durante varios minutos el viejo y yo seguimos en el patio, escuchando la voz de mi tío preguntando por toda la hacienda, escuchando sus pasos en la madera vieja del piso, hasta que un fuerte golpe sonó y el grito de mi tío: !agggghhh! ¡¡¡¡ayuda !!!!

El viejo y yo corrimos hacia la sala desde donde venían los gritos.
allí estaba mi tío flotando a unos centímetros del suelo mientras parecía que su rostro se volvía morado por la falta de aire. 

¡ Tío ! grite pero al querer llegar a el, me resbale y allí la pude ver, era Martina con su vestido negro y su rostro sudoroso, estaba quieta con la mirada en blanco al fondo de la sala, hacia movimientos cortos y bruscos como si quisiera hablarnos algo.

El viejo Rumerio estaba detrás mío y si no fuera por que me dijeron que es un brujo viejo diría que también estaba muerto del miedo como yo.

Dos disparos se escucharon, mi tío cayo al suelo, tenia una larga linea de nylon que le rodeaba el cuello y yo sentí un fuerte e intenso dolor en mi espalda, pude ver al viejo con una sonrisa sosteniendo un arma y después vi a Martina corriendo hacia él para besarlo.

-¿lo encontraste?- le pregunta el viejo con alegría

-si viejo brujo miserable… ¡somos ricos!- ella le contesta,  mientras yo me sigo desangrando.


Por Renzo Corredor

Hacienda Carmesí (Tercera Parte)



Estaba sentado en una mecedora vieja de mimbre, que al moverse rechinaba haciéndome doler los dientes, era un hombre regordete y viejo con una barba blanquecina y desordenada, usaba una camiseta blanca esqueleto que delataba su sudor y unos pantalones caqui amarrados por un cinturon de lana, del que colgaba un machete. 

Sus pies con alpargatas hechas de llantas viejas dejaban ver sus uñas gruesas llenas de tierra, un hombre sencillo de tez trigueña, bajo su sombrero unos ojos profundos, negros y pequeños no dejaban de mirarnos haciéndome sentir pequeño. 

jajaja, empezó a reír con carcajadas sonoras y burlonas.
-así que se le metió a la bruja martina, ¡que bruta!... de nada sirvió todo lo que le enseñe, definitivamente las mujeres son tan débiles para estas labores que estoy pensando en no enseñarles mas sobre nuestros trabajos.

¿pero nos va acompañar cierto?- pregunte ansioso.
-esa pobre mujer la dejamos sola en la hacienda hace 3 días para venir a esta lejura para salir con nada-

umm , no se, ¿qué ganaría yo arrancándole de las garras del demonio a una vieja que hace rato perdido la cordura?- nos pregunto con tono acusador.

-podríamos darle el 10% del tesoro- le dije
En esto mi tío me dio un codazo en la barriga y sentí que me sacaba el aire.

¿del tesoro?... ¿cual tesoro? pregunto el viejo mientras encendía un tabaco.
-a ya empiezo a entender… martina no expondría el pellejo por nada, y menos ir a esa maldita hacienda- sonreía mientras fumaba.

-Rumerio acompáñenos, ¿que puede perder? al contrario si logramos que hable ese maldito coronel, usted puede ganar mucho dinero- le propuso mi tío.

-el viejo dejo de mirarnos y siguió fumando su tabaco, mientras botaba el espeso humo y no dejaba de mirar las gallinas que ahora comían el maíz que una joven de curvas pronunciadas le arrojaba, en aquel día caluroso.




Hacienda Carmesí (segunda parte)



¿Estas aquí? ...¿vamos coronel dime si estas aqui?- pregunto la mujer a la sombra que empezaba a emerger detrás del sillón en la sala.

De repente se sintió como si la hacienda cobrará vida, se cayeron los cuadros y las fotos, estábamos solos con la bruja, que ahora caminaba en círculos con un velón grande y negro en una de sus manos mientras con la otra esparcía un polvo rojizo.

Yo estaba tan asustado que sentía que alguien me tocaba por la nuca, mi tío en cambio estaba maravillado, en sus ojos podía ver la ambición que nunca antes había visto en él.
-¡Pregúntale por el tesoro, donde lo guardo!- gritaba con desespero.

Llevábamos mas de dos horas caminando por toda la hacienda y la escurridiza sombra del fantasma no quería decirnos nada.

De repente la bruja se cayo y quedo quieta frente a la sombra que ahora era gigante en una de las esquinas de la sala.

Una voz ronca emergió de la delgada mujer, parecía la voz de un hombre viejo:
-No les daré nada… no… les daré … nada…. - 

En ese momento ella volteo su mirada  y su cuerpo de una forma extraña, como si ya no fuera ella sino su cuerpo pendiera de unos hilos invisibles que la manejaban a su antojo.

-¿Quieren ver mi tesoro… malditos? jajajaja grito la mujer con voz ronca-

La mujer dio un salto y quedo colgada del techo mientras sus piernas se abrían de forma obscena. Deje de mirarla porque  me sentí incomodo y al voltear me di cuenta que mi tío estaba desmayado, el velón cayo al suelo, corrí presuroso a apagarlo ya que había prendido fuego a las cortinas, y quedamos a oscuras.

En medio de la penumbra se hizo un silencio misterioso, no podía ni ver mis manos, escuche como se descolgaba un bulto contra el piso de madera, desesperado prendí mi linterna y me encontré con el rostro mojado en sudor de la pobre mujer.

-Traiga a Don Rumerio, el solo puede, el solo puede liberarme…y…. salvarles…. la… vida- esa ultima palabra salió con dificultad de su boca como si algo la oprimiera mientras sus ojos quedaron en blanco y su cuerpo catatónico en una posición retorcida empezó a moverse con dificultad hacia la esquina de donde emergió la sombra.

Un frío intenso invadió la sala, mi tío estaba inconsciente en el suelo, lo levante con esfuerzo y lo arrastre fuera de la sala hasta el balcón, las luces de la hacienda prendían y apagaban de forma errática, mientras que afuera reinaba un silencio sepulcral en medio de la noche.

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Por Renzo Corredor

martes, 11 de octubre de 2016

Hacienda Carmesí (primera parte)



-¿Y cuando lo haríamos?- pregunto mi tío con rostro asombrado, imaginando que se volvería millonario.

-No se tío- exclame,- pero me dijeron que hay una bruja en el pueblo que nos puede ayudar a encontrarlo.

La noche llego y la mujer delgada, envejecida con manos frías y vestido negro arropada por una chaqueta de plumas llego con su yegua cargada con maletines extraños,  al bajarse decidió caminar lentamente hasta la hacienda de mi tío en la colina, pero se detuvo un momento... en su mirada parecía haber una mezcla entre miedo y admiración.

¿pasa algo? le pregunte

No nada, solo que me pareció conocida esta hacienda.

Si es muy vieja dicen que fue construida por el Coronel Marroquín en la época de la violencia y que mientras él hacia festejos para los políticos de la región, en el sótano torturaban a los opositores de forma terrible.

-si eso denoto por el aroma a flores muertas-dice la mujer

-¿el aroma?- pregunte inquieto.

-si,... cuando un espíritu sigue atado por un dolor que va mas allá de la muerte, expide un aroma dulzón de flores de entierro, deseando algún día ser sepultado.- contesto de forma pausa y triste la bruja.

Caminamos lentamente mientras el sol se ocultaba entre las montañas, y pude ver que mi tío se asomaba al inmenso balcón, mientras prendía las luces de la casa y los perros no paraban de ladrar.

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Rituale Romanum



Estaba pegada al techo y gritaba como un animal salvaje, sus ojos estaban completamente blancos y de su boca salía tanta baba, que parecía un perro rabioso, mientras pronunciaba con rabia en un idioma imposible de definir, lo que yo creo que eran maldiciones.

Ya era de noche y un frío me recorrió el cuerpo, en mi mano  izquierda sostenía con fuerza la biblia y en la otra mi crucifijo de plata que me había bendecido el papa en mi último viaje a la santa sede, pero ahora todos esos recuerdos y el miedo me invadían por dentro, aunque por fuera solo gotas de sudor recorrían mi cara, mientras los padres de la muchacha poseída me miraban con esperanza.

¿Umm y ahora que oración pronuncio del Rituale Romanum? - me preguntaba mentalmente.


Empece a decirle el padre nuestro en latín mientras la miraba fijamente, y ella se lanzo con fuerza sobrehumana sobre mi.

Por Renzo Corredor

miércoles, 5 de octubre de 2016

Guerra nuestra



Era una noche hermosa, el viento fresco de la montaña bajaba y entraba a nuestra casita de madera.

Papá llego con la yegua y la amarro al pórtico mientras silbaba su canción favorita, mamá cocinaba un rico café y arepas en el fogón de leña, mis hermanos seguían corriendo y riendo con los perros frente a la casa junto a la carretera, mojándose con la manguera que se había caído del tanque.

En eso aquellos hombres llegaron en sus camionetas y rostros tapados, vestidos de camuflado.

¡Si ellos son!- grito un hombre con el rostro ensangrentado que bajaron a patadas de una de las camionetas y al cual vi como le disparaban después en la cabeza.


¿Así que ustedes son?- exclamo un hombre gordo sudoroso que junto con sus hombres le apuntaban a mi papá, que ahora abrazaba con fuerza a mis hermanos, mientras yo trataba de correr hacia la cocina.

Ferrocarril al olvido



El tren empezó a aumentar la velocidad, los cactus que antes se podían ver con claridad ahora eran manchas verdes que se difuminaban en el horizonte reseco de aquel desierto infinito al medio día.

Al interior parecías estar en los años veinte, las sillas de madera con sus tocados bellamente decorados y cuadros de mujeres greco-romanas en las divisiones entre cada habitáculo, bordes de oro al mejor estilo art nouveau que bordeaba el cielo bellamente pintado con frescos de verdes paisajes y un fuerte olor a viejo, de un tren sin tripulantes.

Solo estábamos yo y ese hombre alto con su rostro cadavérico que me miraba en ocasiones como si quisiera decirme algo, pero solo estaba allí quieto con su mirada perdida en la ventana.


Yo un pasajero mas en ese tren fantasma rumbo a la ciudad de los olvidos, coronada por un volcán que aun sigue activo en medio de un lago efervescente.