El clima había cambiado por completo, y para colmo regresábamos a la hacienda cuando la tarde terminaba, podía verla desde la carretera, parecía apacible y tranquila.
Al acercarnos note que no ladraron los perros, eso me preocupo, la ultima vez que había salido tuve que huir en la noche para el pueblo con mi tío a hombros.
-Ya veo, ¡es grande la condenada!- exclamo con burla Don Rumerio.
El venia cabalgando en un hermoso ejemplar blanco, que nunca supe como lo consiguió, nosotros a pie por que las bestias todavía seguían en la hacienda cuando huimos.
Al llegar sentí de nuevo el olor dulzón y me pareció escuchar la voz de Martina contándome sus impresiones.
-bueno entren y me avisan donde anda la poseída- dijo el viejo mientras se bajaba de su caballo y se sentaba en las escaleras del zaguán.
-¿qué?, ¿no nos va acompañar?- le pregunte furioso, ya no aguantaba mas a ese maldito viejo, todo el viaje se la paso refunfuñando, exigiendo buena comida, cerveza y tabacos, mi bolsillo ya no daba mas, como para que ahora nos tocara poner el pellejo por su regordete trasero.
-¡No!... yo no voy si usted no entra con nosotros- le dije con tono molesto.
-a bueno entonces les agradezco por el viaje, pero Pegaso y yo nos vamos…- exclamo el viejo.
-espere Don Rumerio, lo tomo mi tío del brazo, no se vaya aún, yo voy a buscar y les aviso-
El viejo refunfuño y se sentó de nuevo molesto, mientras mi tío subía las escaleras de madera y empezó a recorrer la casa, en eso se hacia cada vez mas oscuro.
¡Martina! ¡Martina! ¿donde estas?... ¡hemos regresado con Rumerio para ayudarte!- gritaba mi tío.
Durante varios minutos el viejo y yo seguimos en el patio, escuchando la voz de mi tío preguntando por toda la hacienda, escuchando sus pasos en la madera vieja del piso, hasta que un fuerte golpe sonó y el grito de mi tío: !agggghhh! ¡¡¡¡ayuda !!!!
El viejo y yo corrimos hacia la sala desde donde venían los gritos.
allí estaba mi tío flotando a unos centímetros del suelo mientras parecía que su rostro se volvía morado por la falta de aire.
¡ Tío ! grite pero al querer llegar a el, me resbale y allí la pude ver, era Martina con su vestido negro y su rostro sudoroso, estaba quieta con la mirada en blanco al fondo de la sala, hacia movimientos cortos y bruscos como si quisiera hablarnos algo.
El viejo Rumerio estaba detrás mío y si no fuera por que me dijeron que es un brujo viejo diría que también estaba muerto del miedo como yo.
Dos disparos se escucharon, mi tío cayo al suelo, tenia una larga linea de nylon que le rodeaba el cuello y yo sentí un fuerte e intenso dolor en mi espalda, pude ver al viejo con una sonrisa sosteniendo un arma y después vi a Martina corriendo hacia él para besarlo.
-¿lo encontraste?- le pregunta el viejo con alegría
-si viejo brujo miserable… ¡somos ricos!- ella le contesta, mientras yo me sigo desangrando.
Por Renzo Corredor